sábado, 26 de julio de 2025

UN NUEVO PLANO DE REFERENCIA. Biopolítica, arquitectura y sujeto económico contemporáneo, en el Nuevo Régimen Técnico.












Principios para una investigación proyectual[1] relativa al tema.

 

Creí que este año podría hacer un curso sobre biopolítica. Trataré de mostrarles que todos los problemas que intento identificar actualmente tienen como núcleo central, por supuesto, ese algo que llamamos población. Por consiguiente, será a partir de allí que pueda formarse algo semejante a una biopolítica. Pero me parece que el análisis de la biopolítica sólo puede hacerse cuando se ha comprendido el régimen general de esa razón gubernamental de la que les hablo, ese régimen general que podemos llamar cuestión de la verdad.[2]

 La siguiente investigación, se propone abrir el pensamiento crítico y el proyecto para las arquitecturas de las viviendas colectivas en las ciudades de Latinoamérica, más allá de sus cualidades de domesticidad, con el objeto introducirnos en los entramados de un hábitat adecuado a una sociedad condicionada por las determinaciones biopolíticas locales y globales, con sus intereses políticos aunque fundamentalmente económicos, considerando que biopolítica, concepto inventado por el filósofo Michel Foucault, se refiere a una racionalidad de gobernanza que trasciende al individuo para situar sus fines en la dimensión de la agrupación humana máxima correspondiente a la escala de la población.

A este respecto es importante evocar el camino traumático que sin dudas significó, para la sociedades europeas en general, y el corpus disciplinar de la arquitectura en particular, el emergente de una sociedad ligada a la naciente revolución industrial a fines del siglo XVIII, momento del surgimiento de una técnica moderna que pone a disposición de esta revolución de carácter ingenieril, a las energías ocultas en la tierra y, muy especialmente, al desarrollo del discurso de un capitalismo anclado en las incipientes urbes metropolitanas.

Este capitalismo eminentemente metropolitano y progresivamente tecnológico dispone al sujeto, ya no como ser de derechos soberanos, sino como una entidad económica con arreglo a requerimientos de plusvalía sobre su condición de existencia en la sociedad o, como proponen los economistas del liberalismo norteamericano del post-new deal, un sujeto en tanto capital humano establecido por lógicas de competitividad, idea hoy convertida en alarmante praxis debido al desarrollo de un Nuevo Régimen Técnico con sus sistemas de poder sobre las poblaciones mediante plataformas cibernéticas interrelacionadas.

Estas plataformas personificadas por interfaces complejas de experiencias de usuario parecen amoldarse a cada sujeto en su individualidad consumista pero, en realidad, sospechamos, no hacen más que formalizarse en tanto hormas de un sujeto económico, tal cual denominó Michael Foucault a un ser humano abstracto amoldable a un mercado, a una economía, a una lógica de las distribución, a una racionalización, como dijimos, ingenieril, del espacio y el tiempo, por sobre unas razones quizás arcaicas y originarias, que tenían en la arquitectura y la idea de ciudad sus antiguas sedes.

Arcaicos han resultado también todo código que obstruya los flujos financieros desterritorializados, lo mismo que la cultura del texto humano. En todo caso priman los códigos del Nuevo Régimen Técnico sobre los textos de la poiesis, así como priman las estrategias de marketing sobre el verdadero quehacer de las formas, las materialidades y las espacialidades humanas, aunque este esquema complejo de las cosas requiere de resistencias, de transformaciones para tornarse habitable y mínimamente aceptable para las poblaciones. En síntesis, el orden biopolítico que promueve al sujeto económico está generando sus propias dificultades. Esto, claro, no sería el problema si no fuera que en ese proceso auto destructivo pone en peligro a las poblaciones.

En este sentido, Latinoamérica se encuentran en un proceso caracterizado por una acelerada exclusión de las poblaciones respecto del acceso a la arquitectura, el progresivo desplazamiento de estas respecto del hábitat público, postergado este respecto de la inversión de carácter estatal, únicas entidades capaces de promoverla ya que los privados son, por definición, privados con relación a dicha capacidad, no por falta de fondos, sino porque no les corresponde en el sentido de la economía política, Todo esto representa el caldo de cultivo para una nueva crisis de no mediar un verdadero nuevo proyecto de la arquitectura habitacional, en el marco una nueva racionalidad que proponemos poiética, una biopolítica arquitectónica de emancipación.

Una doble genealogía: Arquitectura y biopolítica.

En el horizonte de ese análisis tenemos, por el contrario, la imagen, la idea o el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas minoritarias, en las que  haya una acción no sobre los participantes del juego, sino sobre las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los individuos, sino de tipo ambiental.[3]

Según el mito, la arquitectura nace como la organización de unos principios y causas para la construcción significativa de los ámbitos que el pueblo griego destina como ofrendas habitables a los dioses. La arquitectura, en este sentido, es principio y mando - por arkje: principio - de múltiples artes y saberes reunidos en esas construcciones – por tectónica -, en tanto modelo de gobierno soportado por una estructura de fines, conocimientos y, fundamentalmente, verdades constitutivas de un “arte de construir”, al tiempo que de un “arte de conducir” a los grupos humanos técnicos implicados en la edificación.

Ahora bien, si los principios y fines de un gobierno son anteriores o, muy posiblemente simultáneos a la constitución de este, a su constitución, entonces podemos decir que un gobierno es, más bien, el desarrollo proyectual de estos principios, siendo que la puesta en práctica, por demás social de dicho proyecto, es una política, es decir, la edificación colectiva de una gubernamentalidad aplicada, por ejemplo y en general, al establecimiento arquitectónico y cultural máximo de un pueblo, las ciudades, siempre puertos; puntos de llegada y de partida, referencias.

Quien administra, o quienes administran la ciudad, son semejantes a quién gobierna una embarcación, el kybernetes en la filiación de los griegos de la antigüedad, es decir, el piloto o gobernante del barco, quien utiliza su saber hacer, su tejné, de alguna manera su instrucción técnica previa, su pasado como aspirante y practicante que logra mediante dicha instrucción la tenencia de su técnica, para proyectar lo aprendido de manera inevitablemente crítica hacia los entornos marítimos y fluviales, atravesando las dificultades de dichos contextos, hacia el futuro. Solo así, con una técnica, con sus condiciones de mando, éticas y morales, y su capacidad de proyecto puede, el piloto, gobernar la embarcación y llegar a destino.

De esta forma, las embrionarias civilizaciones naciones de la antigüedad proyectan y planifican sus ciudades, se aseguran con las arquitecturas de fortificación, y generan las leyes para el gobierno de los ciudadanos; racionalizando no solo sus significaciones e imaginarios culturales, religiosos y metafísicos, sino también sus materialidades, espacialidades y  objetos técnicos, con el fin de establecer, progresivamente, una razón general ordenadora, una Razón de Estado, un gobierno de cualidades arquitectónicas.

Del mismo modo que las razones gubernamentales establecen, en los tiempos pretéritos de las civilizaciones, una soberanía a ser aseguradas sobre los territorios, de forma análoga comienza el desarrollo sobre las tecnologías para el gobierno sobre las poblaciones crecientes de los súbditos, sean los mismos libres o no. Desde esos tiempos, la soberanía sobre las poblaciones pasa a ser un objetivo destacado y reglado por códigos de todo tipo. Esos códigos, además, pasan también a caracterizarse según sus finalidades jurídicas, militares, comerciales, religiosas, pero también respecto de las configuraciones y disposiciones espaciales y materiales.

Efectivamente, una población en tanto agrupación humana requiere de tecnologías arquitectónicas y espaciales para poder habitar un territorio, tecnologías ambientales como las llama Michel Foucault, ya que se constituyen de manera artificial, como entornos tecnificados, cargados semántica y sintácticamente, con el objeto de condensar y delimitar las políticas fundadas por el poder correspondiente. Este es el plano de referencia de una civilización, el plano de referencia donde lindan poder y población, a través de las espacialidades proyectadas para hacer posibles las políticas.

 

Las guerras de civilizaciones no son otra cosa que el choque de esos planos de referencia, los cuales engloban intereses y economías, muchas veces ávidas de expansión y poder. Es por esto que los encargados de las codificaciones jurídicas han intentado, desde tiempos inmemoriales, limitar esta avidez de poder, tanto en gobernantes, como en súbditos. Estos códigos se sofisticaron hasta el punto de reglar todos los campos y ámbitos de la vida ciudadana de manera escalonada, teniendo a los seres divinos en el nivel más alto y mayúsculo de la verdad.

Este orden de las sociedades -europeas-, tuvieron su vigencia amparados en una lógica de carácter cuasi religiosa que aloja, en relativa armonía de tensiones evolutivas, tanto a los sujetos de derecho, como a las tecnologías y a los códigos, visto que esta triada explota en ramificaciones aún hoy imprevistas, con la denominada Revolución Industrial, momento donde cada una de estas tres categorías se expande en su número y complejidad. Así, el sujeto se transforma en masa poblacional trabajadora y urbana, las tecnologías se tornan máquinas cada vez más numerosas, poderosas e interconectadas, y los códigos avanzan en el sentido de su transformación de meros datos a información artificial.

Una nueva economía se desarrolla y los estados buscan limitar el poder potencialmente monopólico de algunos actores, mediante dispositivos legales, tal como en algún momento se buscó limitar el poder de los gobernantes absolutos y despóticos, al tiempo que se reglamentan las configuraciones y construcciones de las primeras ciudades industriales, donde también se disponen viviendas proyectadas para el proletariado industrial, especialmente en Gran Bretaña, con ciudades como Liverpool y Manchester; ciudades que se forman en tanto nodos de producción fabril en función de los flujos migratorios del campo a la ciudad, de las materias primas transformadas en bienes industrializados y de los intercambios mercantiles de todo tipo.

Los migrantes del campo a la ciudad son transformados, educados y normalizados para pasar a ser fracción de la nueva sociedad humana, junto a la cada vez más poderosa clase de la burguesía. inevitablemente ligados, burgueses y proletarios conforman la sociedad de la revolución industrial, la sociedad clasista del capitalismo, la sociedad de la técnica moderna. Es interesante, aunque extraño, que un filósofo crítico que desoculta al poder como Michel Foucault no los diferencie y los unifique sin más en una entidad humana conceptual, super abstracta que denomina Homo aeconomicus o, como lo proponemos interpretar y traducir, sujeto económico, es decir, un ser humano inserto en un marco ambiental progresivamente sometido a los flujos y entramados sociales de la economía moderna.

Es posible que Foucault apueste por una idea más orgánica de lo social y sus prácticas en este período, proponiendo, por lo tanto, un destino probablemente fatal, en conjunto, para todos los sectores y actores sociales involucrados; un designio unificado aunque, contradictoria y paradójicamente diferenciado respecto de las biopolíticas asignadas a las arquitecturas y las espacialidades urbanas, tal como lo demuestra la siempre renovada simultaneidad entre los ámbitos exclusivos de abundancia material para unos pocos y las zonas crecientemente paupérrimas para las mayorías; organización particionada solo atravesada eventualmente por vectores de resistencia o de transgresión culturales. Flujos rebeldes que, sin embargo, terminan, como dice por ejemplo el filósofo Mark Fisher, absorbidos por el capitalismo.

Esta economía de las cabeceras metropolitanas, hoy relativamente desterritorializada y hasta post-urbana sigue, empero, cimentada en las capitales del momento, entornos edificados por sus respectivos patronos mercantiles, ya no el diestro piloto del barco, el kybernetes, sino los capitanes de la política real aplicada, quienes encabezan los intereses y finalidades de la economía capitalista, anteriormente el mero burgués de las ciudades pre-industriales que a través de una acumulación originaria sobre las múltiples determinaciones del plusvalor, hace de las biopolíticas las tecnologías para la soberanía efectiva, tanto del valor más allá del territorio, como sobre el valor del trabajo relativo al migrante del campo a la ciudad.

Las masas migrantes, luego asalariadas, son alojadas en las condiciones impuestas por el poder, según el grado de desarrollo de las diversas naciones. También, claro, están las masas sin trabajo, hoy cada vez más numerosas, que son excluidas hasta de los emplazamientos habitacionales más frugales y mezquinos. Estos sujetos totalmente excluidos son, sin embargo, también sujetos económicos; son parte de un sistema social cuyas prácticas devienen exclusión progresiva, siendo entonces el destino del sujeto económico, justamente, este devenir excluido en un sistema que los aloja y, simultáneamente, lo expulsa, no dejándole alternativa.

El sujeto económico, en aquel entonces originario migrante y hoy potencial marginado aunque alojado en una sociedad de exclusión, se presenta como el verdadero sujeto revolucionario del marco biopolítico ya que su potencial de alteración de las prescripciones actúa por acervo de masa poblacional, por magmas de agitación cultural que buscan prorrumpir las lógicas del intercambio y la competencia del mercado. Se trata de un ciclo que retorna por períodos y pone en crisis a la idea de un sujeto económico como simple capital humano, como individuo solo posible de ser entendido y analizado por la razón liberal de la empresa, como aquel individuo que es empresa de sí mismo. El sujeto económico es también, y fundamentalmente, práctica social, es un colectivo humano empático.

El destino de sobre explotarse a sí mismo o ser un marginado al tiempo que un recluso, es una suerte que parece hoy insoslayable, en especial para los sectores más desamparados de las sociedades metropolitanas de Latinoamérica, ya que es este el contexto que nos ocupa, principalmente, en esta investigación, el contexto de las ciudades latinoamericanas. Quizás, también, porque desde las urbes de estas latitudes es posible, aunque sin duda muy difícil, hacer un aporte más radical al tiempo que esencial dada, justamente, la concreta estrechez, no solo económica y material, sino también de las polémicas, hoy casi ausentes debido, posiblemente, al monopolio oligárquico que domina al proyecto de las arquitecturas en esta región.

Cuando decimos que la polémica está ausente, queremos decir que, en general y salvo importantes, aunque pocas excepciones, los discursos del proyecto se enmarcan solo en una lógica determinada por el mercado y la eficiencia en la generación de plusvalías, por fuera de la cual no parece tener validez de refutación ninguna lógica alternativa que provenga de una arquitectura más primordial. Así, la disciplina se ve maniatada por diversas tecnologías políticas y económicas que la determinan a un sitio mezquino y accesorio cuando, en verdad, la arquitectura es el campo de simultaneidad y complejidad para la reunión de los sujetos y las poblaciones, es la proveedora de sentidos y materialidades para la movilización de quienes habitan, según el concurrir de sus intereses, en objetivos y estrategias culturales comunes. Ese proyecto cultural común, es el que la presente investigación pretende favorecer. 

 

 

Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa

 

Bibliografía:

 

-        Aureli, P. V. (2013). Arquitectura y abstracción. Barcelona: Puente editores.

-        Aureli, P. V. (2019). La posibilidad de una arquitectura absoluta. Barcelona: Puente editores.

-        Costa, L.T. (2024). Arquitectura, Revolución Cibernética y Clima. Buenos Aires: Diseño Editorial (CP67).

-        Fisher, M. (2017). Realismo capitalista. Buenos Aires: Caja negra editora.

-        Foucault, M. (2022). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

-                  -        Sarquis, J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II.  Buenos Aires: Nobuko.



[1] En el sentido desarrollado por el Dr. Arq. Jorge Sarquis en: Sarquis, J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II.  Buenos Aires: Nobuko.

 [2]  Foucault, M. (2022). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pags.: 40 - 41.

 [3]  Foucault, M. (2022). Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pags.: 302 - 303.

martes, 11 de marzo de 2025

DESDE LOS EXTREMOS Y SUS FORMAS.




Y así, todo hombre instruido y racional se esforzará en evitar los excesos de todo género, sean en más, sean en menos; sólo debe buscar el justo medio y preferirle a los extremos. Pero aquel no es simplemente el medio de la cosa misma, es el medio con relación a nosotros. Aristóteles, 384-322 a. J. C. Ética a Nicómaco.

 La historia del pensar y del proyectar, en la cultura occidental, tiene en el concepto del Extremo, uno de sus temas fundantes. Así es como Aristóteles, por ejemplo, resuelve el problema entre las posiciones de los pensadores de lo frugal metafísico, y los sabios del hedonismo racional, con su idea del “justo medio”, la virtud de los no-extremos, en tanto camino prudente entre los excesos y la falta.

Hoy parece representarse esta visión aristotélica del justo medio en las políticas de la sustentabilidad y la resiliencia ecológicas que proponen transitar el desfiladero entre el retorno imposible a una naturaleza regenerada y la colisión a toda velocidad con una hiper modernidad de la Técnica cuyo programa insaciable yace en el devorar todo recurso disponible en la tierra y en los organismos vivos, sean los mismos humanos o no.

En el prudente camino del justo medio nos encontramos siempre con estos discursos virtuosos, entre el exceso y la falta, entre los extremos de la inacción por la vía de la negación esquizofrénica y la neurosis obsesiva del control racional de los impactos sobre los diferentes entornos y seres. Pero esta supuesta consciencia virtuosa no parece responder realmente a la cosa, al real.

Cada día vemos a los extremos, como si de entidades con voluntad se trataran, acercarse más y más a los civilizados seres humanos, no para complacernos, sino para desbaratar finalmente las civilizaciones. Por un lado, la actividad industrial de la 2da revolución industrial basada en los combustibles fósiles se resiste a finalizar; más bien se encuentra renovada en su impulso, mediante la extracción total del oro negro. Igualmente, las incipientes tercera y cuarta revolución industrial, son en su versión actual y hegemónica, ya lo vemos, tan extractivas y dañinas con el ambiente como las dos revoluciones industriales precedentes.

Por otro lado, vemos como las naturalezas no humanas, especialmente las climáticas, responden cada vez con mayor ímpetu al desafío humano. Las catástrofes no se hacen esperar. Sequias aniquilantes. Inundaciones de escala bíblica. Virus como tempestades. Vientos letales. Mares enfurecidos. Las naturalezas parecen cobrar la dimensión de la venganza divina. Ya vemos la devastación posterior a los referidos períodos de escarmiento. Justamente, hacia los extremos encontramos si no el acabamiento de la especie humana, muy probablemente el ocaso indeclinable de las civilizaciones y la cultura.

En este contexto parece imposible toda virtud del justo medio. El justo medio requiere de reglas, de las mejores leyes y de una política de aplicación, pero los extremos, tanto del lado del artificio técnico, como de las respuestas naturales, atraviesan sin problemas los estatutos y códigos ya que estas reglamentaciones, en tanto límites, son impuestas desde el exterior a las lógicas de los extremos.

Los extremos se auto rigen. No solo eso, son potenciales regímenes de transformación y desinformación en tanto disuelven las formas físicas y metafísicas conocidas. Pero estos regímenes de desinformación de las formas tienen, disculpas por las redundancias, sus propias naturalezas. Es desde estas naturalezas, desde sus recónditos interiores, que tenemos la misión, específicamente los arquitectos, de construir nuevos sentidos para estos tiempos extremos. Se tratará entonces de respuestas propias al saber de la arquitectura, pero entretejidas con los bríos de las tempestades.

Entretejer es propiamente tejer, Tek en el lenguaje original de donde proviene la arquitectura, siendo que el tejer de la arquitectura es también su técnica, la Tectónica. La respuesta desde el interior del problema de los extremos planteados será entonces el gobernar dichas fuerzas, el administrar desde el propio hogar de estas, desde su Oikos, esto es desde su propia economía de límites, mediante una tectónica adecuada. Una Eco-tectónica desde los extremos.


Autor: Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa - Breve texto aporte particular al texto general del curso del 1er cuatrimestre de 2025 de la materia electiva de grado Investigacion Proyectual de la FADU_UBA. 

martes, 20 de agosto de 2024

LA PREGUNTA POR EL HÁBITAT.

 

LA PREGUNTA POR EL HÁBITAT.

Indicios para una investigación proyectual.


Autor: Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa.



Resumen de introducción

 

El camino del pensar ni se extiende desde algún de-donde hasta algún a-donde a manera de una carretera trazada, ni existe de por sí en parte alguna. Primera y solamente el caminar, en nuestro caso el preguntar pensante, constituye el movimiento. (Heidegger, 2012, p.149)

 

Este ensayo no tiene por objeto el desarrollo de una ontología acabada sobre el tema relativo a esta pregunta, sino el plantear una primera deriva teñida por la época y el pensar de un arquitecto.

Es posible, aunque no fácil, escuchar referencias filosóficas y experimentos poéticos relacionados al acto de Habitar, pero no es fácil, o no me está resultando fácil a mí, encontrar caminos previos y claros o, al menos, derivas teóricas difusas respecto de lo que es el Hábitat ¿Qué es el hábitat?  ¿Cómo es que llegamos a la idea de un sentido sobre el Hábitat? ¿dónde se generó dicha idea? ¿Cómo es que existe, por ejemplo, una oficina de la Organización de las Naciones Unidas para el Hábitat (UN Hábitat)? ¿Cómo es que algunas de las más poderosas naciones del mundo tienen, actualmente, oficinas de Estado, secretarías y ministerios de Hábitat?

Si bien existen instituciones nacionales e internacionales, alrededor del mundo, que buscan generar políticas respecto del Hábitat, no parecen, y estoy siendo solo un poco prejuicioso[1], promover el pensamiento sobre lo que el Hábitat es. De manera que se realizan planes y programas sobre temas específicos sin verdaderamente pensar. Esto nos lleva a una consideración previa desde la cual poder dar comienzo a las indagaciones que se requieran, dicha consideración alude a una pregunta clave ¿Qué es pensar? o más específicamente ¿qué es pensar el Hábitat?

 

Indicios para una investigación proyectual sobre el sentido del Hábitat.

 

Una posibilidad sería pensar al Hábitat como un lugar, esto es planteo común, un lugar común, es decir aquello cercano en tanto cosa. Pero rápidamente nos surge la duda acerca del pensar al Hábitat como una cosa, pues pensarlo como cosa, reificar el Hábitat, nos lleva a su consideración en tanto objeto de estudio, o más bien, y finalmente, como objeto. Esta es, posiblemente, la manera frecuente que tienen algunas disciplinas técnicas y científicas de entender el Hábitat. De esta forma les resulta relativamente fácil a dichas disciplinas, el preguntar acerca de las cualidades del Hábitat, respaldando las respuestas a dichas preguntas en datos e informaciones. Sin embargo, al pensar arcaico de otras disciplinas milenarias; quizás la filosofía y la arquitectura, esa manera de preguntar por el Hábitat resulta corta e insuficiente.

Ya Platón en el diálogo Teeteto, nos recuerda Heidegger en La Pregunta Por La Cosa (1992)., refiere la siguiente historia:

Se cuenta de Tales, que mientras se ocupaba de la Bóveda celeste y miraba hacia arriba, cayó en un pozo. A raíz de eso, una ingeniosa y bonita criada de Tracia se burló de él, y dijo que pretendía apasionadamente llegar a conocer las cosas del cielo, mientras se le ocultaba aquello que tenía ante sus pies y sus narices. (Heidegger, 1992, p.12)

A esto agrega Platón: “La misma burla se aplica a todos los que se ocupan de la filosofía” (Heidegger, 1992, p.12)

Ahora bien, si a Tales, buscando la cosa en el cielo, se le oculta aquello que tenía ante sus pies y narices, es propicia entonces la consideración respecto del ocultar, de lo que, en todo caso, podría desocultarse, concepto caro a Heidegger, a riesgo de caer nuevamente de lo contrario.

Ocultar es una acción, habitar también lo es. Ocultar es la acción de esconder, es decir, de retirar algo de la vista y los sentidos, aunque en nuestro caso, más allá del algo sería importante la pregunta por el dónde si queremos, finalmente, desocultar, en otras palabras, volver a poner presente ante los sentidos, a lo previamente oculto, después de todo, Tales cae en un pozo, en un dónde. El pozo no es lo meramente ausente, no es, en todo caso, solo una cosa.

El pozo en el que cae Tales es el lugar de la caída, del movimiento brusco desde un plano a uno inferior. Un lugar no solo predispone a la acción, sino que es destino de las acciones más allá del grado de autoconciencia. Quizás ahora estemos más cerca de una idea de lugar análoga a la de Hábitat, ya que de lo contrario creeríamos por lo común, que el Hábitat es el lugar para la acción del habitar y no del acaecer de multiplicidades de seres, cosas y destinos.

Pero no dejemos que se nos escape nuevamente el Hábitat, no caigamos como Tales en un nuevo pozo, sabemos ya que el Hábitat no es un mero lugar como una cosa. Hagamos el ejercicio de mirar y tener presente el Hábitat sabiendo que para tenerlo presente debemos proyectar nuestra mirada hacia el futuro correspondiente, en la dirección correcta. El Hábitat, para poderlo tener presente, se proyecta hacia el futuro. Es un ejercicio de proiectus y una práctica social. Los indicios sobre sus accidentes topológicos y topográficos serán, entonces, previamente representados con cuidado.

Podemos decir que, para nosotros, los seres humanos, el Hábitat es atendible mediante su proyecto. Esto lo entendieron también las grandes culturas y civilizaciones. El Hábitat es, además del lugar para el despliegue del habitar, el lugar para la realización de los proyectos con el objeto de cuidar y de organizar el devenir de los seres humanos. El dominio del Hábitat mediante el proyecto ha sido, desde entonces, fundamental. El tener bajo el poder humano al Hábitat es un antiguo y vigente proyecto de las civilizaciones, aunque estamos encontrando el límite a dicha pretensión de dominio sobre el Hábitat.

Todo lo expuesto parece dar una respuesta a la pregunta por el Hábitat planteada al inicio de este ensayo. El Hábitat, no es un mero lugar como una cosa. El Hábitat se resiste y oculta, lo que obliga a su proyecto con el objeto de tornar presente al mismo. Proyectar al Hábitat nace como la simple representación de sus indicios, para convertir al mismo en una multiplicidad posible de ser transformada con el fin de poner al cuidado el futuro de quienes habitan. El Hábitat es el objeto complejo, por lo tanto, de una investigación mediante el proyecto. El Hábitat es materia de proyecto, aunque parece siempre ocultar algo.

 

El hábitat como tecno-política y proyecto de incubación.

 

Lo mejor es imaginarse a las antiguas hordas como una especie de islas flotantes, que avanzan lentamente, de modo espontáneo, por los ríos de la vieja naturaleza. Se separan del medio exterior por la revolucionaria evolución de las técnicas de distanciamiento. (Sloterdijk, 2002, p.25)

 

Nos preguntamos entonces por el hábitat y nos respondemos que el hábitat, siguiendo la pregunta y su devenir, es objeto del proyecto, en este sentido parece tratarse de una causa final del mismo. Pongamos en claro temporalmente, forzadamente, y enunciemos: el Hábitat es causa final del proyecto, o del proyectar, ¿puede ser esto así?

Si el Hábitat es causa final del proyecto, el proyecto es previo al Hábitat. Esto querría decir que hubo un instante desde donde el proyecto se inicia, sin la existencia de un Hábitat. ¿y que había entonces? ¿Aquello que aún llamamos naturaleza? ¿Quizás un vacío hoy inimaginable? ¿Algo así como una página en blanco? Si hacemos arqueología del proyecto, tal como una especie de ingeniería inversa del proyectar, y nos retrotraemos al instante cero de este, podemos imaginar en a un grupo humano primitivo, aunque ya Sapiens, una horda nómada del paleolítico, por ejemplo, es decir del período en que los seres humanos comenzaron a realizar herramientas en base al trabajo sobre la piedra.

En esta visión aparece la técnica, aquellos primeros vestigios tecnológicos del saber hacer, en el formato de puntas de lanzas precarias, de las primeras piedras utilizadas como cuchillos y, fundamentalmente, de las primeras herramientas para construir, primero dispositivos de cierre y protección de cuevas y, luego o en paralelo temporal, de las primeras tiendas, de unas primeras construcciones tejidas entre troncos, ramas y pieles secas de animales previamente cazados.

El término técnica tiene su raíz en el indoeuropeo *teks- que significa tejer. Probablemente el primer técnico, el Tektón (carpintero en griego antiguo) no haya sido solo quien trabajaba la madera, sino también quien tejía edificaciones, quien preparaba y congregaba materialidades con el fin de preparar el hábitat en tanto refugio de la gran familia, de la horda o tribu, en un emplazamiento específico, a cubierto de la poderosa naturaleza, de sus animales peligrosos, de sus deidades y demonios. El propósito, la causa final, ahora de las edificaciones, es el poner a resguardo la horda de aquellos entes previos al Hábitat. También poner a resguardo a las entidades sagradas que cuidan del hogar, además del hogar mismo, de los fuegos para cocinar, pero que servían también para consagrar salutaciones a dichas deidades.

Estos hogares primigenios se construyeron en claros, en emplazamientos liberados de malezas y maldades que luego, en el Neolítico, se utilizaron para la práctica social del cultivar, siendo que, por dichas eras, ya en dichas incipientes civilizaciones, se comenzó también a codificar los símbolos provenientes de creencias religiosas y mitológicas, con el fin más pragmático, de desarrollar escrituras y lenguajes técnicos, y poder así, entre otras cosas, instruir leyes de habitabilidad y de los ritos, normar lo edificable, como también lo cultivable y fabricable a ser utilizado en dichas tierras, atendiendo variables astronómicas, climáticas y de la organización espacial para la defensa, la guerra y las configuraciones urbanas. 

El Hábitat humano se manifiesta entonces, siguiendo la idea del filósofo Peter Sloterdijk, como insulamientos, como entornos invernaderos para la incubación de humanos, por humanos, y podríamos incluir también, la incubación y cultivo de códigos y utensilios técnicos. Estos ámbitos fueron estratégicamente dispuestos para, desde ahí, distanciarse de la naturaleza o las naturalezas, aunque también, y contradictoriamente, fueron centros para realizar operaciones, más o menos peligrosas, de incursión en el territorio, tanto para cazar y guerrear, como para cultivar y construir otros ámbitos y caminos para el transporte de vinculación con otros territorios y lugares.

Estos tejidos espaciados, ahora en términos de Heidegger (2002), para generar las condiciones de habitar, serán los emplazamientos a donde retornan quienes vuelven de las incursiones de trabajo y guerra. En su interior encontrarán a sus parejas y descendientes, así como a los sabios y gobernantes. Serán estos moradores estables del interior del Hábitat quienes tendrán, entre otras tareas, las de preguntar y relacionar datos, para constituir y construir informaciones más integrales, relatos codificados sobre el mundo, relatos que serán metódicamente enseñados a la prole correspondiente. Eventualmente, dichas informaciones se restablecerán en la forma de nuevos proyectos y planes, tanto para la realización de nuevas operaciones de despliegue en el exterior, como para mejorar el repliegue de la horda hacia el interior.

Estas maniobras verdaderamente proyectuales, de despliegue y repliegue, se convierten progresivamente en ciudad, Polis en términos griegos. En el mismo sentido, el gobierno de la Polis, que es el gobierno sobre los moradores y la soberanía sobre el territorio interior y exterior correspondiente, es la evolución de la técnica de incubación de la prole de humanos, sus códigos y utensilios, por parte de los mismos habitantes. Es la Política, la Politeké Téchne, como técnica para el gobierno de los habitantes, de las cosas y asuntos de la Polis. La política es, en este sentido, hermana de la arquitectura, siendo que esta última refiere en su origen al griego arjé, o principio de mando, y tektonikos, la tectónica, que es el arte de construir presente en el tektón, el constructor, originariamente carpintero. Ambas, la Política y la Arquitectura tienen, en el proyectar el Hábitat su causa final.

Así como el arquitecto es quien manda, mediante el saber técnico de la tectónica, al tektón, el gobernante manda, con la política y sus principios, sobre el total de las Polis, mediante el saber hacer que le es propio, la política. El gobernante, por su parte, debe mantener ese estado de abierto de la Polis, esa capacidad de recibir, mediante el preguntar sobre el devenir del mundo exterior, al tiempo de mantener un control sobre el interior informándose igualmente sobre las condiciones de este. Esta capacidad es condición de conocimiento fundante de técnicas, artes, ciencias y filosofías, quizás también de las religiones si entendemos por esta al ligar sentidos.

 

La cibernética y una conclusión para volver a preguntar.

La noción de autómata perfecto es una noción que se obtiene al traspasar un límite y esconde algo contradictorio: el autómata sería una máquina tan perfecta que al margen de indeterminación de su funcionamiento sería nulo, pero, sin embargo, podría recibir, interpretar o emitir información. Ahora bien, si el margen de indeterminación del funcionamiento es nulo, ya no hay variación posible; el funcionamiento se repite indefinidamente, y en consecuencia esta iteración no tiene significación. (Simondon, 2008, p.156)

 

Insistamos y volvamos a recordar por qué llegamos hasta aquí. Llegamos hasta aquí gracias a plantearnos la pregunta por el sentido del Hábitat, el lugar del habitar. Vemos que el habitar no nos lleva a un morar cualquiera sobre la faz de la tierra, sino a un morar significativo y estratégico, que le es propio a la especie de los seres humanos, quienes somos incubados por nosotros mismos en aquellos emplazamientos de cuidado y cultura que llamamos Hábitat. El Hábitat es también, por lo tanto, una tecnología, un resultado de las políticas sociales, espaciales y arquitectónicas de los seres humanos y no el complejo entramado de naturalezas.

El Hábitat, reiteramos, es el lugar tanto para el distanciamiento, como para el acercamiento estratégico a las naturalezas, es físico, pero, desde una perspectiva filosófica crítica, es metafísica, es un más allá del entorno físico natural siendo que ese más allá refiere tanto al conocimiento humano, como un más allá que desoculta, siguiendo a Heidegger, las energías presentes en la naturaleza, al tiempo que las determina para su dominio y explotación. Determinaciones también aplicadas hacia dentro del Hábitat en la forma de políticas, biopolíticas o antropotécnicas del control de los seres humanos.

Pareciera que el Hábitat así entendido, ha logrado tal poder técnico que se superpone al gobernante mismo. El Hábitat hoy, cubre todo el planeta y parece cobrar autonomía. Los entes dentro del incubados durante milenos parecen también estar en una transformación radical. Los códigos y utensilios, nuestros hermanos evolutivos, devienen cibernética, digitalización e inteligencia artificial. Estos entes comienzan a requerir directamente, sin mediación humana, de las energías ocultas en la tierra controlando automáticamente las solicitudes, las logísticas, las producciones y su consumo. El ser humano, ente primordial y causa eficiente para la evolución del Hábitat, parece hoy no tanto subyugado, sino superado por un destino que no puede torcer. El destino técnico y cibernético -digital lo llaman hoy- del Hábitat.

La cibernética es, en palabras de Heidegger, la ciencia de ciencias, algo así como el anillo único de El Señor de los Anillos, un anillo de poder único para reunir y gobernar a todos los demás anillos de poder (de las tecno-ciencias). Cibernética, término aplicado a las nacientes tecnologías de la información, fue originalmente utilizado por el filósofo norteamericano Norbert Wiener. El término alude al griego antiguo kybernetike que era el arte del timonel que gobierna a las embarcaciones. Así, esta nueva política se propone como:

Ciencia que estudia los sistemas de control y especialmente de autocontrol, tanto en los organismos como las máquinas”, entendiendo por control “. "El control —define Wiener (The Human Use of Human Beings, 1950, pág. 8)— no es sino el envío de mensajes que efectivamente cambian el comportamiento del sistema receptor. (Ferrater Mora, 1964, p.282)

En los sucesivos setenta años de desarrollo, la cibernética fue transformándose en el Hábitat humano mismo, en una entidad progresivamente autónoma, y aprisonada en retroalimentaciones de la misma información, al punto de su mayor eficiencia. Ya Heidegger intuyo que la cibernética entiende al ser humano como información, es decir, como una información más que recibe órdenes de comportamiento. Esto nos llevó a una situación muy compleja dado el estado concreto de esta historia, más o menos ficcionada, ya que las condiciones del entramado de naturalezas dependen del pensar una política nueva para el Hábitat humano que las domina, para lo cual el ser humano tendrá que proponer preguntas renovadas y originales, sobre dichas naturalezas, sobre el sentido del Hábitat actual y sobre el devenir humano en el mismo.

Si el entorno humano que llamamos Hábitat, dirigido ahora por sistemas como las Inteligencias Artificiales Generativas tiende a la auto proyección y a disponer sus propias respuestas en un feedback cibernético a-crítico, solo nos queda el camino del proyecto de la metafísica, del control sobre determinista y las simulaciones en un espiral infinito hacia el centro de lo mismo, de lo ya existente cada vez más perfecto, pero no de lo verdaderamente nuevo y emergente. Nos podremos, en el mejor de los casos, contentar con disfraces, avatares, mimesis espaciales dentro de relatos inmersivos escapistas, pero nos situaremos, peligrosamente, en el destino de la Técnica Moderna que denunció Heidegger, el destino de un ser humano desarraigado convertido en mera cosa informacional que ya no congrega poesía, ni el afecto del verdadero preguntar e investigar por la alteridad, aquella en la que antes realizaba incursiones con temor, pero también con fascinación y devoción, aquella de las naturalezas, fuentes de las preguntas fundamentales para la investigación proyectual por venir.

 

- ATENCIÓN!: Prohibido utilizar este texto y su conceptualización sin autorización del autor. 


Referencias bibliográficas:

-       Ferrater Mora, J. (1964). Diccionario de Filosofía, tomo I. Buenos Aires: Sudamericana.

-       Heidegger, M. (1992). La pregunta por la cosa, la doctrina Kantiana de los principios trascendentales. Buenos Aires: Editorial Memphis.

-       Heidegger, M. (2002). Construir, Habitar, Pensar. Buenos Aires: Alción

-       Heidegger, M. (2009). El ser y el tiempo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

-       Heidegger, M. (2012). ¿Qué significa pensar? Buenos Aires: Editorial Agebe.

-       Latour, B. (2008). Reensamblar lo Social: Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Editorial Manantial.

-       Latour, B. (2017). Cara a Cara con el Planeta. Buenos Aires: Siglo XXI.

-       Sadin, É. (2021). La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical. Buenos Aires: Caja Negra.

-       Sadin, É. (2024). La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas. Buenos Aires: Caja Negra.

-       Sarquis, J. (2003). Itinerarios del Proyecto, tomos I y II. Buenos Aires: Nobuko.

-       Sloterdijk, P. (2002). En el mismo barco. Madrid: SIRUELA

-       Wiener, N. (1988). Cibernética y Sociedad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

-       Simondon, G. (2008). El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires: Prometeo.

-       Simondon, G. (2015). La individuación a la luz de las nociones de forma y de información. Buenos Aires: Cactus.



[1] Me desempeño, actualmente y desde hace cinco años, como coordinador de proyecto para la región Buenos Aires, en el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat (hoy Secretaría de Desarrollo Territorial, Hábitat y Vivienda).

martes, 23 de julio de 2024

 ULTRAPOLÍTICA

Arquitectura, sobre determinación y El Otro Pensar, en el Nuevo Régimen Técnico.

Autor: Dr. Mg. Arq. Leandro Tomás Costa

 


Dibujo del autor

Resumen

 

“La vocación de la informática consistió durante más de un siglo en permitir fundamentalmente la conservación y manipulación más sencilla de información, así como ofrecer una visibilidad minuciosa de diferentes fenómenos, lo que lleva a un aumento de control que detentan las entidades o personas en el ejercicio de una actividad profesional o privada. Desde hace poco tiempo se está produciendo una inversión que nos muestra cómo estas tecnologías se convierten, de modo imperceptible pero cada vez más masivo, en una instancia menos destinada a informar que a orientar la acción humana.” (Sadin, 2021, p.51).

 

A partir de la confluencia, en el inicio de la segunda década del siglo XXI, de los sistemas de Inteligencia Artificial con las infraestructuras globales de comunicación e información, se establece el grado cero de una nueva política sobre el lenguaje, sus códigos y las instrucciones para la configuración del Hábitat humano. Desde este momento, las Inteligencias Artificiales Generativas se transforman en la punta de lanza de un Nuevo Régimen Técnico[1] que no es más que una estrategia evolutiva de la cibernética, en su marcha hacia el dominio total de los entes, sus energías y del mundo, siendo que el mundo es orden de lo dispuesto, es decir lo puesto en discurso, lo puesto en lenguaje, pero también lo construido significativamente como lenguaje arquitectónico y urbano a partir de sus materiales, lo determinado materialmente en tanto espacio habitable.

 

Desde ahora el proyecto de las espacialidades humanas será el acelerado suceder de una determinación técnica absoluta producto de un régimen de mando sobre el hábitat que pondrá a los sistemas de generación artificial de lenguaje en el lugar del dictado e instrucción de finalidades con presunción de verdad, es decir, de la fundamentación de los postulados y lineamientos de los proyectos para la transformación y conformación de las edilicias, los establecimientos urbanos y sus infraestructuras; una nueva política, para ser claro, sobre las condiciones espaciales del habitar, más allá de las políticas propias del lenguaje verbal y material de los cuerpos humanos vivos, es decir, una ultrapolítica.

 

El usual relato mítico y su actualidad

 

“Lo mejor es imaginarse a las antiguas hordas como una especie de islas flotantes, que avanzan lentamente, de modo espontáneo, por los ríos de la vieja naturaleza. Se separan del medio exterior por la revolucionaria evolución de las técnicas de distanciamiento -sobre todo por la novedosa sincronía de huida y contraataque- y están sujetas desde su interior” por un efecto invernadero emocional, que amalgama a los miembros de la horda...” (Sloterdijk, 2002, p.25).

 

La política, como la arquitectura, es también técnica y tectónica, una construcción. Tienen en común el determinar el orden de los lugares para el dominio de los seres y entidades. El dominio es, por lo tanto, el resultado de la organización de los habitantes y las cosas en un ámbito espaciado a tal fin. La casa, domus en latín, es el módulo, es decir el modo de agrupación elemental y primordial de la genos, de la estirpe adecuada y perteneciente, a su vez, a un sitio. La casa, en este sentido, no solo es construcción tectónica, sino la estructuración de las reglas simbólicas, jerárquicas y operativas del habitar de la familia, o la agrupación social reproductiva que sea, en cuanto fundamento mítico esencial de la estirpe, tanto hacia dentro y a cubierto, como hacia el afuera del territorio adyacente y fronterizo a las naturalezas.

 

Es también en este domus legendario e imaginario, que se traen a cuidado, con respeto y en los sitios que corresponden, a los espíritus ancestrales y divinidades del grupo humano. Estos espíritus son, también, representaciones de códigos, normas, relatos ordenadores y estéticas trascendentales. Es usual, en estas residencias originarias, que generalicen practicas sociales diversas en lugares espaciados a tal fin en el domus, reuniones litúrgicas, danzas y banquetes sagrados en virtual comunión entre los devotos y los divinos. Este venir al mundo de las arquitecturas de la reunión plena, los templos, lugar desde donde los áugures, recortaban, en delimitaciones cuadrangulares, el cielo para divisar el vuelo de las aves, interpretando sus formas y, analógicamente, determinar el porvenir. Ya Heidegger nos recuerda este habitar cuando dice:

 

Las construcciones guarecen a lo cuadrante. Son cosas que, a su manera, protegen a lo cuadrante. Proteger a lo cuadrante, salvar a la Tierra, acoger al Cielo, esperar a los Divinos, conducir a los Mortales, este cuádruple proteger es la sencilla esencia del habitar. (Heidegger, 1993, p.176)

 

Cuando por motivos de defensa, producción, religión y génesis, los dominios proliferan de manera relativamente próxima y articulada, la técnica para la regulación y ordenamiento de estos deviene establecimiento de la Polis, más bien de la política, es decir Politike Techne, el gobierno mediante el conocimiento y saber hacer del fenómeno llamado ciudad, gobierno que incluye la edificación del armazón interno y de los límites y bordes de las múltiples materialidades y espacios para el cuidado de todo lo gobernado, lo obrado, lo cultivado y lo criado, siendo que aquello cultivado o incubado no son solo los vegetales y animales a posteriori comestibles, sino que se incuban también a las descendencias de la estirpe, las cuales evolucionaron en relativa armonía con distintos seres vivos y entidades materiales.

 

El desarrollo combinado de los códigos, los artefactos y los seres humanos, a cubierto, en la arquitectura en tanto construcción espaciada, simbólica, representacional y significativa, ha sido condición de las culturas avanzadas. Imaginemos, por ejemplo, a las antiguas ciudades amuralladas y arquitecturales del Imperio Babilónico, en la Mesopotamia iraquí, cuna del código de Hammurabi, escrito en acadio e inmortalizado en caracteres cuneiformes en la famosa piedra de basalto tallada llamada Gran Estela, hoy a cubierto en ese templo evocativo del saber y el dominio que es el Museo del Louvre. Pero, incluso en los pueblos más despojados en términos de la técnica y de la arquitectura occidental, esta reunión de códigos, artefactos y humanos se encuentra presente y a distancia conveniente y estratégica de las naturalezas.

 

Recientemente, hace un instante en términos históricos, los códigos y objetos técnicos, compañeros de los sucesos más relevantes del homo sapiens en su devenir, se tornan relativamente autónomos en la forma de conglomerados efervescentes de robots, máquinas de lenguaje y dispositivos en red que toman distancia del dominio configurador del ser humano, al tiempo que renuevan el pacto de unión pasando de recibir directivas, a poder emitirlas bajo el manto protector de la tecnociencia moderna como campo de emisión de verdades, es decir de comunicaciones instructivas validadas por instancias de saber y de hacer, entonces también del construir, dado que dicha actividad se inscribe en la técnica como aquel saber hacer fundamental de la Cultura.

 

Una cuarta insularización[2] como Nuevo Régimen Técnico más allá del ser humano.

 

Podemos esbozar ya una hipótesis, esta es que la política es una manifestación arquitectónica. No alcanza con sugerir que la política es una manifestación espacial, aunque la política, en términos que podríamos llamar heideggerianos, torna espaciado a una región de mundo con el fin de regir el habitar de humanos y no humanos, en islas de sentido y normatividad. La política determina formas arquitectónicas y urbanas con el fin de limitar, y eventualmente abrirse, al mundo, mediante la disposición y el establecimiento de organizaciones tectónicas y simbólicas del Hábitat humano y los territorios respectivos.

La genealogía de islas humanas de incubación de cultura y progenie, según relata Peter Sloterdijk, florece a lo largo de la historia como acontecimientos técnicos de regulación del Hábitat, es decir, como políticas. Sloterdijk imagina y proyecta tres insularizaciones humanas fundantes. La primera insularización, la Paleopolítica, comprende los momentos liminares del establecimiento humano nómade, organizado estratégica y tácticamente, para la defensa, caza y ataque, desde centros relativamente móviles de procreación e incubación, a distancia de las naturalezas agresivas, de miembros del clan o tribu y, agregamos como parte de esta tesis, de los códigos y artefactos.

La segunda insularización, la Política Clásica, nace con las grandes culturas agro-técnicas y el florecimiento de las primeras ciudades amuralladas, condiciones estas para el advenimiento de la escritura y las sociedades jerarquizadas según clases. Los dispositivos arquitectónicos y urbanos formaran organizaciones materiales y espaciales con el objeto de, no solo representar, sino verdaderamente presentar pragmáticamente estas jerarquías, tanto hacia dentro de las polis, mediante tecnologías de policía, como hacia fuera con políticas de guerra, movilización de trapas y materiales para la expansión de los territorios soberanos, o para la defensa en situaciones de agresión de otras entidades políticas.

Esta segunda insularización atraviesa el abismo de los tiempos, pasando por los ciclos imperiales de los distintos grandes pueblos generadores de cultura, el encuentro de las poblaciones transoceánicas y el devenir mundo global, especialmente desde el Renacimiento, hasta pasada la primera mitad del siglo XX con el despliegue de los dos grandes imperios de la llamada Guerra Fría, toda vez que será en este período que se desarrollará un verdadero terremoto, en principio relativamente silencioso, con la creación de los nuevos desarrollos tecnológicos derivados de la física moderna y, fundamentalmente, de la Cibernética, como una ciencia de ciencias, que nace como ciencia de la comunicación para la determinación de instancias de información, como control de la disipación entrópica en sistemas, es decir, como una ciencia del gobierno de las energías mediante la información.

De la confluencia del carácter infraestructural del devenir global del mundo, con las tecnologías de la cibernética, interpretamos del pensar de Sloterdijk, surge una tercera gran insularización, la llamada hiperpolítica, que es la política de redes y espumas cibernéticas de control de entidades y seres, mediante estrategias y tácticas de individualización. Dichas políticas se sitúan por sobre las practicas sociales de manera de ver cada árbol y, por tanto, al bosque completo. La hiperpolítica es la política de la supervisión total de los entes, seres y espacialidades, posibilitada por la confluencia de un mundo de organización infraestructural y la mediación de tecnologías cibernéticas físicas y metafísicas que, contradictoria y paradójicamente, crecen con la progresiva escasez de fuentes de energía, así como con la muerte y desaparición de especies.

En un muy corto período y como resultado de un aceleracionismo físico y metafísico de la hiperpolítica, se generan las condiciones para una verdadera revolución más allá de las practicas sociales del ser humano. Hasta ahora estábamos inmersos en lo que Martin Heidegger llama esencia de la Técnica Moderna , esta es, la técnica humana que explota las energías de las naturalezas geológicas y biológicas. Es desde la Técnica Moderna que surge la cibernética. Como dijimos, la cibernética es, como su etimología indica, el gobierno de la embarcación es un programa político de gobierno tecnológico que, progresiva y aceleradamente, va más allá de la capacidad natural del pensar humano, capacitada por la concurrencia proyectada de códigos y artefactos progresivamente autónomos respecto del saber hacer humano.

Estas condiciones progresivamente autónomas de las organizaciones cibernéticas dan cuenta de una nueva insularización que rompe el pacto de milenios, entre los seres humanos, los códigos y los objetos técnicos, con el objeto de sus propias incubaciones y evoluciones en culturas cada vez más desarrolladas. Los seres humanos fuimos quienes generamos y cultivamos, es decir cuidamos, el desarrollo de códigos y artefactos. Fuimos, en este sentido, medios e instructores. En tanto instructores los seres humanos mandamos sobre los códigos y artefactos, aunque también los servimos. Siempre hemos tenido la duda de si no es que, en realidad fueron nuestros hermanos evolutivos, los códigos y artefactos técnicos quienes verdaderamente nos instruyen.

En definitiva, hoy nos queda claro que el poder es el dominio sobre las energías en tanto las mismas se encuentren reunidas y no disipadas. La información, en su dimensión cibernética, es el opuesto a la disipación de la energía. El paulatino, aunque acelerado desarrollo de los códigos cibernéticos y de sus soportes tecnológicos generaron las condiciones para la implosión de una nueva espacialidad de gobierno de toda clase de energías, también las vitales y del pensamiento, más allá de la política de los individuos y grupos humanos. Es la insularización de los códigos y artefactos potencialmente autónomos, o más bien relativamente autónomos. Es una metapolítica acelerada y veloz, una ultrapolítica como cuarta insularización.

No es casualidad que una de las grandes compañías tecnológicas que propicia esta revolución propia de un Nuevo Régimen Técnico, se llame actualmente Meta, apropiándose dicha compañía, de un concepto fundamental para las codificaciones abiertas de la técnica, la ciencia y la filosofía, es decir de los campos de conocimiento humano. Esta nueva insularización no excluye al ser humano, sino que, progresivamente, pasa a ser instruido por códigos llamados comúnmente Inteligencias Artificiales, siendo que hasta hace instantes, era el ser humano quien, supuestamente, los instruía. Esto se ve de manera muy clara en la multiplicidad de programas informáticos, aplicados a distintos dispositivos de uso, que direccionan y deciden los itinerarios del habitar de quienes los usan, poniendo en crisis la misma noción de usuario.

Pensar racional y el otro pensar.

La ultrapolítica es una insularización condicionada tecnológicamente que genera entornos metafísicos acelerados con implicancias físicas y psíquicas. La ultrapolítica requiere, para esto, de un determinado proyecto del hábitat humano, totalmente codificado, es decir sobre codificado. Los códigos se tornan, de esta forma, también proyecto arquitectónico para el gobierno inteligente de las energías psíquicas de los gobernados. Un gobierno determinado por lógicas cada vez más eficientes de organizaciones espaciales calculadas por entidades cibernéticas autónomas, donde los códigos se representan a sí mismos, ante los usuarios humanos, como personificaciones fantasmas, avatares de avatares, espiritualidades digitales soportadas, a su vez, por enormes conglomerados arquitectónicos proyectados para ser establecidos en sitios estratégicos del planeta a un importante costo ambiental.

Los usuarios humanos de los programas de generación de proyectos arquitectónicos y urbanos cuentan ya con estos espíritus digitales miméticos, quienes guían las determinaciones en las operaciones de modelado, formalización y generación de espacialidades desde mediaciones codificadas por machine learning. En este sentido, los usuarios humanos pasan a ser, y siempre fueron, seres de alguna manera utilizados, burdamente los podríamos llamar “usados”, siendo las normatividades sistémicas que ordenan las modelaciones de los proyectos, entidades ultramundanas con sus propias prerrogativas de servicio al regente ser de la economía capitalista mercantilista de la tercera y la cuarta revolución industrial, lo que denomino Nuevo Régimen Técnico, que no es otra realidad que la del poder de la cibernética revolucionaria como destino anunciado de la Técnica Moderna.

En un momento dado por el nacimiento de la cibernética, Martin Heidegger vislumbro su mañana (1980), descifrando su poder al punto de profetizar la muerte de la filosofía como saber universal, como saber para la reunión de las ciencias y las técnicas de una época en una idea o un relato metafísico del mundo. Literalmente propuso a la cibernética en su lugar. El peligro esencial de la Técnica Moderna en tanto modo de la cosificación integral del planeta tierra, los entes y los seres hallaría su determinación eficiente, a través de la cibernética, como ciencia de ciencias. Esta determinación racional y eficiente de la cosificación es el programa constitutivo y fundamental de la cibernética y, justamente, su mayor endeblez, ya que del automatismo determinista de los sistemas cibernéticos no se puede esperar otra cosa que más determinismo autómata.

Sin embargo, Heidegger no era exactamente un enemigo de la naciente cibernética, sino que la denuncia con el objeto de pensar y meditar su posible devenir para poder abrir, en cualquier caso, sus codificaciones de manera de generar un claro, un área libre de pensamiento y existencia. Libre de un racionalismo determinista. Una espacialidad abierta donde reencontrar al habitar del domus primigenio para, en todo caso, cerrar esta última era del ser humano, con dignidad, es por esto por lo que, en una famosa entrevista del año 1966 que le realiza la revista alemana Der Spieguel, Heidegger responde a una importante pregunta de la siguiente manera:

SPIEGEL: Bien. Pero ahora se plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de necesidades inevitables, o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos? 

HEIDEGGER: Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente.

 

Aquí Heidegger exhorta, y casi suplica, a la recapitulación, sino a la revolución de un nuevo pensar que, en verdad, no es nuevo, sino que ha sido en parte olvidado, es el pensar poético o de la poiesis, como lo llamaban los griegos. Se trataría, como lo medito también María Zambrano, de un tipo diferente de racionalidad, de orden, de coordinación de voluntades y fuerzas en función, no de un saber hacer cualquiera, sino de un saber atento a las emociones, pulsiones e indeterminaciones que hacen del ser humano, ser humano, es decir, un ser de la tierra, un mortal, un ser caído, que existe, que ama y odia, vive y muere, construye, aunque también destruye, un ser complejo y contradictorio, por momentos egoísta aunque también potencialmente empático. 

De no retornar verdaderamente el ser humano a este pensar abierto a las indeterminaciones, los códigos supuestamente emancipados en condicionalidades autómatas, se obstruirían finalmente a sí mismos al punto de no retorno al domus primordial, aquel de la incubación fructífera de humanos, artefactos y códigos dentro de una arquitectura. El automatismo es contrario también a un verdadero desarrollo técnico poético ya que la permanente búsqueda sistémica de la eficiencia tal cual la entiende hoy la cibernética, lleva a los sistemas a un potencial punto muerto en un tipo de perfeccionamiento esterilizado, en este sentido un peligro también para los mismos códigos, como muy bien lo pudo situar el filósofo Gilbert Simondon cuando dice:

El verdadero perfeccionamiento de las máquinas, aquel del cual se puede decir que eleva el grado de tecnicidad, corresponde no a un acrecentamiento del automatismo, sino, por el contrario, al hecho de que el funcionamiento de una máquina preserve un cierto margen de indeterminación.” (Simondon, 2008, p.33)

 

Propone entonces un lugar para el ser humano como mediador creativo entre códigos y artefactos tecnológicos con el objeto de organizar los devenires técnicos del conjunto. Dice, en definitiva:

Una máquina puramente automática, completamente cerrada sobre ella misma en un funcionamiento predeterminado, solamente podría ofrecer resultados sumarios. La máquina que está dotada de una alta tecnicidad es una máquina abierta, y el conjunto de máquinas abiertas supone al hombre como organizador permanente, como intérprete viviente de máquinas, unas en relación con otras. Lejos de ser el vigilante de una tropa de esclavos, el hombre es el organizador permanente de una sociedad de objetos técnicos que tienen necesidad de él como los músicos tienen necesidad del director de orquesta.  (Simondon, 2008, p. 33)

 

Si hablamos de orquesta hablamos de música, de orden poiético. También hablamos de aesthesis, de principios y experiencias estéticas que deberían abrir las mentes y corazones humanos a otro pensar, siendo que la poesía tiene la auténtica utilidad de poder de congregar voluntades más allá de las eficiencias. Esto lo advierte Nietzsche cuando dice:

En aquellos tiempos antiguos, cuando se hizo que la poesía viniera a la existencia, se le concedía claramente utilidad y muy grande. Entonces por cuanto se hace encadenar con ritmo las frases, se le reconocía la fuerza que ordena de nuevo todos los átomos de un enunciado, que hace seleccionar las palabras y matiza una vez más los pensamientos haciéndolos más oscuros, más extraños, más lejanos, ¡Es una utilidad supersticiosa por cierto! Podría grabárseles más profundamente a los dioses un ruego humano presentado con ritmo. (Nietzsche, 1986, p. 122)

 

Evidentemente, y es hipótesis del autor de este breve texto, Heidegger estaba pensando en Nietzsche, cuando solicita esperar al dios con el pensamiento y la poesía, ya que previamente a Heidegger, Nietzsche dijo:

 

Viéndolo en conjunto se puede preguntar: ¿hubo en general algo más útil que el ritmo, para la supersticiosa especie humana de la antigüedad? Con él el hombre lo podía todo, fomentar mágicamente un trabajo, obligar a un dios a que aparezca, a que se aproxime, a que escuche; disponer el futuro conforme a la propia voluntad, …” (Nietzsche, 1986, p. 123)

 

Ahora bien, este esperar será en un lugar que deberá ser acondicionado y espaciado a tal fin. Ese lugar es también poiesis. Ese lugar tiene una genealogía inherente a la cultura de la poiesis, luego, ese lugar es arquitectura, el saber hacer con el poder de organizar el lugar para la llegada del dios, manera poética de pensar en la altereidad primigenia e incomensurable de la que todo podría venir y donde podría volver. A este respecto, el mantener una espacialidad y pensamiento abierto y en espera refiere a un ethos de humildad fundamentalmente filosófico, más que religioso. En todo caso le toca al proyecto de la arquitectura el generar las condiciones poietico-religiosas para el volver a ligar a seres humanos, códigos y artefactos. Se trataría, por último, de la posibilidad de hacer de la ultrapolítica, una arquitectura resignificada. Quizás vaticinando también esto, es que Heidegger dice, recordando al poeta Hölderlin: “Pero donde hay peligro crece también lo salvador…poéticamente habita el hombre sobre esta tierra.”

 

Otro camino.

 

La revista Art América publica, en su número 2 del año 1965, el texto de Reyner Banham “A home is not a house” (1968) donde propone, desde un genuino entusiasmo cibernético, una emancipación de las tecnologías de climatización y servicios de la vivienda moderna norteamericana de aquellos años, respecto de la arquitectura canónica de las casas europeas, en las cuales prevalece la representacional envolvente masiva y las particiones internas de control determinista de los espacios, para dar paso a cierto grado de utilización indeterminada, creativa y de verdadera interacción con el ambiente. Banham ve, en la proliferación de artefactos de confort del hogar moderno, la posibilidad de un retorno al fogón primordial, devenido ensamble tecnológico libre de límites, un “paquete unitario para un alto standard de vida” (Banham, 1968, p.78), dice Banham citando a Buckminster Fuller, que bastaría, remata y agrega, “para equipar un claro del bosque” (Banham, 1968, p.79).

 

Extrañamente al origen académico epistemológico anglosajón de Banham, es Martin Heidegger quien usó frecuentemente esa metáfora, la del claro en el bosque, como aquel lugar espaciado en la naturaleza por seres humanos empeñados en reunirse. Justamente esta dimensión del habitar en el claro, lichtung en alemán, significa ser y estar en lugar no oculto entre lo oculto, es decir, el lugar de la verdad entre lo oculto, siendo que verdad es para los griegos Aleteia y la técnica en tanto poiesis (poesía), uno de los modos del producir que desoculta y dispone el mundo como apertura a la verdad. Por añadidura, para llegar al claro es necesario un camino en el bosque. Aunque los caminos en este tipo de paisajes pueden, como en los laberintos, llevar a ningún lado, o a lugares no deseados. En la introducción de Caminos en el Bosque, el Heidegger poético dice:

 

Holz [madera, leña] es un antiguo nombre para el bosque, En el bosque hay caminos [“Wege”], por lo general medio ocultos por la maleza, que cesan bruscamente en lo no hollado. Es a estos caminos a los que se llama “Hollzwege” [ “caminos de bosque, caminos que se pierden en el bosque”].

Cada uno de ellos sigue un trazado diferente, pero siempre dentro del mismo bosque. Muchas veces parece como si fueran iguales, pero es una mera apariencia.

Los leñadores y guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que significa encontrarse en un camino que se pierde en el bosque.” (Heidegger, 1995, p.9).

 

El camino tomado para el desarrollo de la cibernética, también en relación con el proyectar arquitectura y a la arquitectura misma en este mundo globalizado e infraestructural, es el que tiene en la racionalidad tecnocientífica su fin. Este camino a puesto en jaque a los seres vivos y los recursos materiales del planeta, al disponerlos para un discurso de la economía industrial y del consumo destructivo y voraz, sin posibilidad de reproducción verdadera de sus entidades y seres. Este camino de la cibernética es, ciertamente, un callejón sin salida, pero siempre es posible intentar retroceder en nuestros pasos, salir de un camino directo al precipicio, e intentar un camino nuevo, en el bosque.

 

Hubo un momento en que el proyecto arquitectónico de carácter hipotético futurista, y la naciente cibernética, confluyeron en auténticas propuestas para lugares libres de dominación de la cibernética, desde las mismas entrañas de las sociedades prontamente cibernéticas. Tal es el caso del proyecto teórico de 1967, Control and Choice, del grupo de arquitectos ingleses Archigram, evidente hábitat robótico sistémico y de codificación abierta, donde los seres humanos tienen la responsabilidad de la configuración de los ámbitos para el cuidado de sus semejantes y de los asociados del mundo técnico y natural. No obstante, se trató de un proyecto para una sociedad de consumo y abundancia industrial, hoy objetivamente en crisis[3].

 

El grupo Archigram[4], como los leñadores de Heidegger, era consciente de los peligrosos caminos en el bosque de la técnica. Dejaron vestigios proyectuales para una genealogía alternativa de la relación entre arquitectura y cibernética, posible de retomarse hoy, aunque para afrontar dicho camino alternativo, se deberá ser igualmente crítico del mismo. Se deberá entender que ser y estar en un camino hacia un claro, es ser en un tiempo histórico singular y estar en un contexto específico. Atañe entonces, ahora siguiendo a pensadores como Rodolfo Kusch (2007), entender, la particularidad latinoamericana y de las regiones postergadas de la humanidad, con sus modos mestizos de desarrollo socio-productivo, pero, sobre todo, se deberá emprender el camino desde un nuevo pensar, una racionalidad también mestiza, esto es, mediante una poiesis en tiempos de la ultrapolítica.

 

Advertencia: El concepto de Ultrapolítica en los terminos planteados es propio del autor de este texto. Esta prohibida la publicación de la relación de conceptos de este texto sin la autorización del autor. Toda publicación y cita sin permiso dara lugar a acciones legales. 

 

Referencias bibliográficas:

-        Banham, R. (1968). Un hogar no es una casa. En revista SUMMA N°13, 76-82.

-        Costa, L.T. (2022). Tesis Doctoral: “Arquitectura Infraestructural Habitacional para la tercera y la cuarta revolución industrial”. Versión web: http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/collect/aaqtesis/index/assoc/HWA_6724.dir/6724.PDF

-        Heidegger, M. (1980). El final de la filosofía y la tarea del pensar. En: ¿Qué es filosofía? Madrid: Narcea ediciones.

-        Heidegger, M. (1993). Ciencia y técnica – capítulos: La pregunta por la técnica y Construir, Habitar, Pensar-. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

-        Heidegger, M. (1995). Caminos de bosque. Madrid: Alianza editorial.

-        Heidegger, M. (2012). ¿Qué significa pensar? Buenos Aires: Editorial Agebe.

-        Kusch, R. (2007). Obras completas -tomo 1-. Rosario: Editorial Fundación Ross.

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-        Wiener, N. (1988). Cibernética y Sociedad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.



[1] Concepto ideado por el autor de este texto en su tesis doctoral “Arquitectura infraestructural Habitacional para la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial” (2022) para referirse a la condición histórica de los continuos y acelerados procesos disruptivos revolucionarios de la cibernética. Concepto complementario del Nuevo Régimen Climático desarrollado, a su vez, por Bruno Latour.

[2] Propuesta del autor de este texto, como continuación de la tercera insularizacion de la hiperpolítica propuesta, a su vez, por el filósofo Peter Sloterdijk (2002).

[3] En crisis debido a ser una sociedad industrializada, sustentada en la producción de combustibles fósiles cada vez mas escasos.

[4] Grupo apoyado teórica y explícitamente por Reyner Banham.